
Ya mencionaba en la reseña de
The House on the Cliff el encanto de los libros de segunda mano. El título de hoy de D. E Stevenson,
Charlotte Fairlie,- en una
vieja edición de la editorial Collins de 1954- está tan bien conservado como el mencionado
The House on the Cliff, pero es que
este incluye además una dedicatoria (os dejo la imagen abajo) que dice:
"A Mamá con cariño. De Norah Roy. Navidad de 1954". Un detalle que puede carecer de importancia para algunos de vosotros- otros ya sé que cojeáis del mismo pie que yo- pero que a mí me da cierto calorcito en ese órgano vital tan proclive a sentimentalismos.
Pero centrémonos en la novela, que es lo que importa... Charlotte Fairlie tiene como protagonista a la joven cuyo nombre da título al libro. Charlotte, de veinte y pocos años y huérfana- apenas cuenta con una tía poco preocupada por ella como único familiar- es una joven muy preparada, luchadora y responsable- particularmente madura para su edad- que acaba de conseguir, felizmente, el puesto de directora del internado St. Elizabeth's, el mismo colegio para chicas al que ella había asistido de jovencita. Todo un logro, dada su juventud.
La primera parte de la novela- está dividida en dos- se centra en las actividades propias de su cargo poniendo calma en el claustro, en el que
Miss Pinkerton, una de las profesoras de mayor edad, crea malestar y problemas constantemente al creerse merecedora ciertos privilegios y ver en Charlotte una usurpadora del puesto de directora que a ella correspondía por derecho. Debe además
atender Charlotte las necesidades de sus alumnas, particularmente las de la
tímida, insegura y permanentemente ensimismada Donny Eastwood y las de su amiga,
Tessa McRaynne, abierta, extrovertida, pero con algún conflicto familiar por resolver. Y debe asimismo
lidiar con la soledad que su cargo le impone, aunque no falte quien desee hacerse un hueco en su vida.
Esta primera parte, más realista, da paso en el inicio de la segunda a una narración casi idílica. Charlotte acepta la invitación de Tessa y su padre (a decir verdad, esta aceptación de ella cuesta entenderla tras verla esforzándose por no dar muestra alguna de favoritismo entre sus alumnas) para visitarlos durante las vacaciones de verano en la
escocesa isla de Targ, una isla de ensueño, con su pequeño pueblo, su granja, sus cottages y el viejo castillo medieval en donde viven los McRaynne. Allí coincidirá con Donny Eastwood y sus dos hermanos, invitados también a pasar una temporada. Y, como es de esperar, Charlote se integrará perfectamente en la isla y en su día a día, y habrá excursiones, picnics, alegres tertulias con la viejas tías-abuelas de Tessa,...
Todo ideal para surja el previsible romance. Desgraciadamente, no todo serán risas y alegrías en el paraíso.
Charlotte Fairlie es una
lectura encantadora, sin pretensiones ni complicaciones, más allá de los giros que va dando la historia, no muchos aquí, y que, como siempre en D. E. Stevenson,
va un poco más allá, no quedándose en la superficie.
Temas como la soledad y la no pertenencia, el rechazo, el abandono, la inseguridad y el maltrato psicológico subyacen en el aparentemente simple argumento de esta novela.
D. E. Stevenson sabe contar bien sus historias, con un
lenguaje sencillo y cercano, con
personajes, como Charlotte, con los que el lector empatiza rápidamente, con
tramas amenas y
su característico sentido del humor.
Es Charlotte Fairlie una lectura para un par de tardes apacibles, relajantes- yo la he leído en verano pero me parece ideal para una de estas tardes de manta y té- sabiendo el lector que en la últimas páginas encontrará el final feliz. ¿Previsible? Algo. ¿Acaso importa? En este caso, poco.