martes, 28 de agosto de 2018

'El secreto de Raffles Haw', de Arthur Conan Doyle

Hay autores que irremediablemente quedan vinculados a uno de los personales de su creación. Si pensamos en Conan Doyle, ¿quién de modo inevitable e inmediato no se acuerda de Sherlock Holmes? Bien lo sabía el propio autor cuando decidió asesinar a Holmes- asesinar sí, con alevosía y premeditación-  al sentirse vampirizado por su detectivesco personaje. Pero Conan Doyle (podéis curiosear un aspecto de la faceta sentimental de su biografía en esta entrada, Sir Arthur Conan Doyle: un hombre entre dos amores), Conan Doyle, decía, escribió muchas otras obras aparte de las protagonizadas por Holmes. De hecho, en 1891, año de publicación de Las aventuras de Sherlock Holmes, publicaba también El secreto de Raffles Haw (Ediciones Espuela de Plata), novela corta de 164 páginas y mi sugerencia de hoy. 

La historia comienza así...
" - 'Temo que no venga'- dijo Laura McIntyre con voz desolada.
   - '¿Por qué?'
                       - '¡Carama! Mira qué tiempo hace. ¡Es algo espantoso!'
    En aquel momento, un remolino de nieve se abatió con sorda crepitación contra la ventana, bien resguardada por espesos cortinajes rojos, mientras que el viento silbaba y ululaba con amplias ráfagas, a través de las ramas de los grandes olmos blanquecinos  que rodeaban el jardín.
    Robert McIntyre, abandonando el croquis en que trabajaba, se levantó y tomó una de las lámparas para sondear las tinieblas. Los largos brazos descarnados de los árboles desnudos se agitaban y temblaban vagamente bajo la tromba de nieve.
La hermana del joven permaneció sentada al lado del fuego y, poniendo su labor en las rodillas, levantó los ojos para contemplar el perfil de su hermano, que se destacaba enérgicamente sobre la brillante luz amarilla."
Robert y Laura McIntyre son los dos hermanos que abren la narración y que serán elementos destacados en la historia y desenlace de El secreto de Raffles Haw. Ambos viven con su padre, un rico armero ahora en bancarrota, en su hogar, Elmdene, en Tamfield, Staffordshire. El crudo invierno está haciendo mella en el pueblo pero la agitación de las gentes del lugar no se debe tan solo a este frío inclemente sino a la construcción de una grandiosa mansión en las inmediaciones del pueblo y de cuyo propietario nada se sabe.

Pero el misterioso dueño hace su aparición. No es otro que Raffles Haw. Su llegada supone un cambio radical en las vidas de los habitantes del pequeño pueblo rural. Haw resulta ser un joven que vive rodeado en el lujo más asombroso pero de carácter afable y sencillo, un filántropo deseoso de hacer el bien con sus inagotables recursos económicos y de romper con esa soledad que le abruma. Sin embargo, lo que pudiera interpretarse como una circunstancia más que ventajosa no acaba de tener los efectos esperados y los cambios que se experimentan en el pueblo y sus gentes no se desarrollan del modo deseado.  
En El secreto de Raffles Haw el lector se encontrará toques de ciencia-ficción- pequeñas máquinas y otros artilugios asombrosos- romance, procedimientos de alquimia y ciertas doses de intriga- ¿de dónde proviene la riqueza de Haw?, ¿cuál es su secreto?-  pero detrás de todo ello se enfrentará a un debate ético sobre los efectos del dinero y la riqueza.

Una sorprendente lectura esta, a decir verdad, que permite una agradable exploración de esta faceta de Conan Doyle un tanto desconocida y tan alejada en tono y espíritu de las historias de su famoso de detective.

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lunes, 27 de agosto de 2018

'El príncipe Oroonoko', de Aphra Behn



Hablar de Aphra Behn no es cualquier cosa; es estar hablando de la considerada, ni más ni menos, que la primera escritora profesional en lengua inglesa, la primera mujer que pudo ganarse la vida con sus escritos como dramaturga, poeta, novelista (en cursiva pues siendo estrictos no puede ser considerada como tal) y traductora. Y, aunque solo fuese por esto, por las barreras que rompió en este sentido y el camino que logró abrir ya en el siglo XVII a todas las autoras que han venido detrás, ya valdría la pena ser recordada. Dice Virginia Woolf en Un habitación propia, "All women together, ought to let flowers fall upon the grave of Aphra Behn (...) for it was she who earned them the right to speak their minds (...)" ("Todas las mujeres deberían dejar flores en la tumba de Aphra Behn (...) pues ganó para ellas el derecho a expresarse (...)". Pero no es solo este dato el que la hace merecedora de un lugar destacado en la historia de la literatura,  sino que además sus escritos supusieron un nuevo planteamiento en cuanto a tono, temática- manifiesto deseo sexual o amor entre mujeres, entre otros- y personajes- Oroonoko, el príncipe africano, por ejemplo- y marcaron el rumbo en la evolución posterior de la novela como género literario, por aquel tiempo todavía inexistente. 

Aphra Behn nació en torno a 1640, aunque la fecha exacta, el lugar e incluso su apellido no están del todo claros y varían según las fuentes. Tras vivir en Surinam (antiguamente Guayana holandesa) hasta los dieciocho años, regresó a Inglaterra al convertirse el país en colonia holandesa. En Inglaterra contrajo matrimonio- aunque no hay evidencias de ello- con Johan Behn, un rico comerciante de origen alemán que, entre otros productos, comerciaba con esclavos. El matrimonio no la hizo feliz pero al cabo de tres años- su esposo murió o se separaron, no se sabe con certeza- Aphra se vio liberada de las ataduras del vínculo y se incorporó más abierta y ostensiblemente a la vida social de la época de la Restauración. No volvió a casarse pero sí mantuvo varias relaciones tanto con hombres como con mujeres. El rey parece que reparó en ella pues Aphra Behn hizo algún trabajo de espionaje para él en Antwerp. A su vuelta a Londres sus apuros económicos le hicieron pasar una breve temporada en la cárcel y finalmente, y quizá movida por estas deudas que la amenazaban, comenzó a escribir para el teatro. Ya había escrito poesía anteriormente pero ahora era el momento para el teatro, que estaba resurgiendo tras haber estado cerrados los lugares de representación durante el gobierno de Cromwell.  

Su primera obra llevada a escena fue The Forc’d Marriage (El matrimonio forzado) in 1670. Luego vendrían muchas otras: teatro, prosa, poesía... De todas ellas actualmente es recordada principalmente por una obra no teatral, Oroonoko, la historia del príncipe Oroonoko, que hoy traigo hasta aquí. Su prestigio literario ha sufrido numerosos altibajos: en vida tuvo indudable éxito y los años tras su fallecimiento reconocimiento pero el siglo XIX la ignoró. Fue en el siglo XX cuando comenzó a recuperarse su figura y a reinterpretar sus historias, a veces dando a sus escritos un sesgo progresista que, según algunos críticos la autora nunca pretendió y al que nunca estuvo adscrita. Aphra Behn falleció en 1689 tras, y son sus propias palabras, "life dedicated to pleasure and poetry".

Oroonoko se publicó en 1688, un año antes de la muerte de Behn, y no tuvo demasiado éxito inicialmente. De hecho, la segunda edición no saldría hasta 1692, ya fallecida la autora. A partir de entonces no dejaría de publicarse, en gran medida gracias al éxito de la adaptación teatral de Southerne de 1695, fiel al texto original pero con algunos cambios: Iominda es blanca, y el tono general de la pieza es  más trágica que la obra de Behn.
"No pretendo, al contaros esta historia del príncipe esclavo, entretener al lector con las aventuras de un héroe inventado, cuya vida y fantásticas andanzas se puedan manejar según el capricho del poeta ni, al contar la verdad, planear adornarla con ningún episodio añadido, sino tan solo con aquellos que verdaderamente le ocurrieron."
Así comienza Oroonoko con una voz, que puede identificarse o no con la de la propia autora, que manifiesta la intención de narrar de modo honesto la vida de este héroe. Y es que la novella es una simbiosis de forma biográfica y reportaje de Surinam, lugar bien conocido por Behn, conjugando así dos de los elementos muy del gusto de época: las biografías y los relatos exóticos. Y así comienza un relato que sorprende por la ligereza en el lenguaje, que lo hace una lectura fácil y muy amena.

Oroonoko nos narra la historia de este príncipe, nieto del rey africano de Coramantien y de su amor por la bella Imoinda, amor correspondido y que se mostrará imperecedero ante las pruebas a las que se verán sometidos. El príncipe se presenta como un personaje de increíble atractivo físico, de rasgos europeos, de gran inteligencia, valentía y capacidad de liderazgo además de modales y maneras corteses. Ella, por su parte, de gran belleza y de carácter y fidelidad inquebrantable. La pasión que despierta Imoinda en  otros personajes, sin embargo, complicará desde el principio la relación entre ellos dos y sus vidas. A través de la venta de Imoinda como esclava y la posterior captura de Oroonoko, también como esclavo, y su traslado a Surinam, en donde se reencontrarán los amantes, y de las revueltas de esclavos lideradas por Oroonoko- llamado César ahora- puede interpretarse que se realiza una exploración en el tema de la esclavitud. Sin embargo, Aphra Behn no era al parecer manifiestamente anti-esclavista, por ello ciertos críticos consideran un error el hacer esta lectura de la historia aunque reconocen la indudable influencia que Oroonoko tuvo en algunas novelas posteriores de esta temática como la célebre y celebrada La cabaña del tío Tom de Harriet  Beecher Stowe.  Puede también entenderse la historia como una referencia a la vida política del momento y un alegato en defensa de la idea, muy arraigada en la escritora, del derecho divino de los reyes y el valor intrínseco de pertenecer a la nobleza o a la aristocrática- recordemos que ambos, Oroonoko e Imoinda, no piensan ni actúan como esclavos sino de acuerdo con la nobleza de su sangre y es este el rasgo que más admira la narradora.

Como vemos, interpretaciones de tipo político, anti-esclavista,... varias son las perspectivas que se pretenden dar a esta novella. Imposible no reinterpretar cada lectura según los tiempos, pero lo que pretendía la autora seguirá siendo una incógnita. Lo que sí podemos dar por cierto es que Aphra Behn deseaba agradar al público, adquirir prestigio literario y vender bien sus obras. Anhelaba fama y éxito, era ambiciosa; ella, una mujer de la segunda mitad del siglo XVII. Y otra mujer, la que esto suscribe, del siglo XXI ha leído con sumo agrado su historia de Oroonoko. Objetivo cumplido. 

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viernes, 24 de agosto de 2018

'Los misterios de Udolfo', de Ann Radcliffe


La novela gótica se desarrolló principalmente a finales del siglo XVIII y principios del XIX como reacción al encorsetamiento y racionalismo neoclásico. En lengua inglesa el autor que inauguró el género fue Horace Walpole y su novela El castillo de Otranto. Aventajada seguidora de Walpole sería Ann Radcliffe, muy popular en su tiempo con obras como El romance del bosque, Los misterios de Udolfo o El italiano.

Las novelas góticas, que reciben este nombre por la arquitectura de este estilo, se sustenta básicamente en unas características estereotípicas entre las que se encuentran el tener como protagonista a una joven, bella, virtuosa e inocente, con frecuencia huérfana para acentuar su desamparo, y a la que suceden incontables sucesos fantásticos y sobrenaturales; el contar con un villano muy maligno y un joven bondadoso y de corazón del que la heroína está enamorada; el desarrollarse en un tiempo pretérito y en una ambientación que tiene como escenarios emblemáticos los monasterios y castillos que recuerdan las ruinas medievales cubiertas de hiedras, bañadas por la luz de la luna, misteriosas y umbrías,... situados normalmente en países católicos del sur de Europa con, altas, escarpadas y sinuosas montañas. Y en Los misterios de Udolfo- no podía ser de otro modo- se pueden encontrar todos estos elementos. 

El imaginario de muchas muchachas, y otros muchos lectores, se vieron inflamadas en aquellos años por lecturas como Los misterios de Udolfo. Catherine Morland, por ejemplo, protagonista de La abadía de Northanger, de Jane Austen, llega a confundir ficción y realidad en su primera salida fuera del hogar familiar influida por tal lectura, perniciosa a decir de algunos. El monje, de Lewis, que también se menciona en La abadía de Northanger, es una novela más dura, más explícita y escandalosa, llena de perversiones, magia, diablos y tortura y más cercana al horror que al misterio y suspense de Los misterios de Udolfo; de hecho, el único personaje de la novela que lo ha leído es, John Thorpe, uno de los pseudo-villanos de esta historia, por otra parte, ligera y jocosa de Austen. Sea como fuere, esta alusión paródica de Austen es uno de los factores que hace que Los misterios de Udolfo mantenga su popularidad en nuestros días.  

La novela de Radcliffe, la extensa novela de Radcliffe en cuatro volúmenes, fue publicada en 1794 y la autora cobró la nada desdeñable suma por aquel entonces de 500 libras. Emily St. Aubert es la heroína de esta historia. Pronto se queda huérfana tanto de padre como de madre y ha de ir a vivir con su tía, madame Cheron, muy alejada en gustos y sensibilidad de su sobrina, a la que muestra muy poco afecto. Emily debe, por tanto, alejarse de Valancourt, el joven amante de la naturaleza del que está enamorada y al que conoció en un viaje que había realizado con su padre desde Gascuña, en el sur de Francia, cruzando los Pirineos hasta el Rosellón, en Cataluña. Su tía no tarda en casarse con Montoni, un noble italiano que desea casar a Emily con el Conde Morano. Montoni acaba llevando a Emily y a su esposa a su remoto castillo de Udolpho. Ahí comenzarán los tormentos y temores de Emily y de su tía, que ha de sufrir la violencia de Montoni. Todo se complica además con un misterio por resolver, el de un extraño visitante que recorre los oscuros y largos pasadizos del castillo. 

Los misterios de Udolfo es una novela escrita con habilidad pero que se aleja un tanto- casi podría decirse que mucho- de los gustos actualesSituaciones que en su momento pudieron llevar al horror y al espanto en una noche de lectura junto a la vaga luz de una vela nos pueden producir ahora cierto sonrojo ante la nadería o una media sonrisa. No quisiera con esto despreciar la novela, nada más lejos de mi intención. La he leído y, aunque puede hacerse excesivamente lenta en algunos pasajes, las horas dedicadas a su lectura han valido la pena, sobre todo por las bellas y vívidas descripciones. Tan solo pretendo advertir al lector moderno que se anime a leerla que ha de procurar hacerlo teniendo en cuenta su época y, por encima de todo, valorando su aporte original en la creación de un estilo y un género. Teniendo esto en consideración, y disponiendo el lector o lectora de unas horas para las más de 700 páginas, desde luego animo a su lectura.  

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sábado, 18 de agosto de 2018

'El castillo de Rackrent' y 'El absentista', de Maria Edgeworth


Con esta reseña doble de hoy doy por rematado mi Reto literario Carmen y amig@s  y con esta autora además, Maria Edgeworth, cierro en el blog el triángulo literario que forman Jane Austen, Susan Ferrier y ella misma, Maria Edgeworth.

Estas tres escritoras tienen algunos puntos en común a nivel personal- no viajaron apenas, vivieron una vida muy doméstica, de puertas para adentro y centrada en la familia, y nunca se casaron- y a nivel literario- algunas situaciones y personajes de Ferrier tienen similitudes con otros de las novelas de Austen; Ferrier y Edgeworth dieron a sus obras sabor local, la primera el de su Escocia natal,  y la segunda el de Irlanda; la gran influencia e inspiración de Ferrier fue Edgeworth, muy admirada esta última por Austen... De las tres, Ferrier, la Jane Austen escocesa,  es la más moralista; Edgewort, la Jane Austen irlandesa, la más reivindicativa; y Austen... Austen es Austen.

Pero centrémonos ahora en la anglo-irlandesa Maria Edgeworth con unos breves apuntes biográficos y sobre El castillo de Rackrent y El absentista...

María Edgeworth nació el 1 de enero de 1767 (en unas horas se cumplirán los 249 años de su nacimiento) en Inglaterra, pero su regreso a Irlanda con 16 años, a donde la familia vuelve para administrar las posesiones familiares en Edgeworthstown, marcaría definitivamente sus rutinas de vida, su paisaje y sus intereses. Irlanda será su gran inspiración y su padre su gran influencia. Richard Lovell Edgeworth era un hombre muy influido de las ideas de Rousseau, con una ideas progresista en cuanto, por ejemplo, a la educación de la mujer y un hombre al que no le faltaban al parecer encantos. Sus cuatro mujeres (enviudó en tres ocasiones) le dieron 22 hijos- Maria era hija de su primera esposa- con los que formó una familia evidentemente numerosa y muy unida. Juntos, Maria y él, colaboraron en los primeros escritos que publicó, cuentos infantiles y didácticos. La obsesión de su padre por esa finalidad didáctica de toda obra literaria ("a novel with a purpose") la llevaría Maria muy arraigada siempre, incluso en aquellas obras que escribió sin la interferencia paterna, una colaboración de la que Maria gustaba pero que literariamente no resultaba muy positiva.

El año 1800 marcaría, sin embargo, un cambio de rumbo en su vida como escritora al publicarse El castillo de Rackrent, la primera novela sin la influencia de su padre, que fue todo un éxito editorial, obligando a sacar una segunda edición en apenas unos meses.

Poner a un viejo e iletrado administrador irlandés como narrador de su historia fue toda una sorpresa para los lectores de esa época y todo un acierto de la autora. A través de su visión un tanto peculiar y totalmente parcial el honrado Thaby, como él mismo se denomina, nos dará a conocer la vida de cuatro generaciones de terratenientes para las que ha trabajado. La historia está llena de anécdotas divertidas pero que esconden el patetismo y la tristeza de una injusta situación. La exploración de tipos humanos personificados en estos terratenientes- extravagantes, pendencieros, bonachones dados al desenfreno...-  es otro de los atractivos de la novela.

Fue esta mi primera experiencia con Maria Edgeworth y la lectura que me animó a seguir conociéndola. Y es que El castillo de Rackrent es una lectura original en su planteamiento, bien contada, con  lenguaje vivaz y ameno, y una lección de historia al inmortalizar el carácter irlandés, que Maria Edgeworth temía acabaría por desaparecer con la unión de Irlanda con Inglaterra.

Tras El castillo de Rackrent vendría Belinda, un novela con la que la propia autora no estaba muy satisfecha ("Belinda is but an uninteresting personage after all.... I was not either in Belinda or Leonora sufficiently aware that the goodness of a heroine interests only in proportion to the perils and trials to which it is exposed"), y Cuentos morales. Entre 1804 y 1813 publicaría Leonora, Griselda, Tales from Fashionable Life y Popular Tales.

Tales from Fashionble Life es, junto con El castillo de Rackrent, su obra más destacada. Los Tales fueron publicados en dos series; en la primera serie sobresalen Ennui y Almeria y en la segunda, El absentista.  

Es El absentista una novela más que recomendable. En ella el héroe protagonista, Lord Colambre, ha de hacer frente a las demandas de su familia para que realice un matrimonio provechoso que les reporte el prestigio social que su madre tan desesperadamente ansía (irlandeses queriendo ser reconocidos en la alta sociedad inglesa), y el dinero que su padre ha malgastado; a sus afectos por su prima, Grace Nugent, de pobre origen y que vive con ellos como dama de compañía de Lady Clonbrony; a las argucias que traman la señora Lady Dashfort y su viuda hija, Lady Isobel, para reclamar sus atenciones y, y este es el asunto más relevante que da título a la novela y sobre el que Edgeworth construye su historia, a los problemas en sus posesiones familiares en Irlanda abandonadas por la desidia de su familia (ocupada en más lisonjeras cuestiones) y que administradores sin escrúpulos están oprimiendo y llevando a la miseria a los trabajadores de las tierras. El absentista es, por tanto, aquel terrateniente que abandona sus tierras y que en este abandono, mientras disfruta en Inglaterra de los placeres de la buena vida, lleva  a sus humildes trabajadores irlandeses al sufrimiento de la pobreza. Esta es la denuncia que Maria Edgeworth pone sobre la mesa y que envuelve en una amena y divertida historia. Como dice Helen Zimmern "Miss Edgeworth is never happier than when painting the perverse or intriguing fine ladies of society" y a decir verdad las maldades de Lady Dashfort y su hija y las pretensiones arribista de Lady Clonbrony, son dignas de destacar en este sentido.

Patronage y Harrington son otras de sus obras antes del fallecimiento de su padre en 1817. Se ocuparía entonces de completar la segunda parte de The Memoirs of Richard Lovell Edgeworth; la primera ya había sido redactada por el propio Richard.  

Poco escribió en sus últimos años- Helen y algunos cuentos infantiles- centrándose, como ya en ella venía siendo habitual, en la familia y los amigos "In this world, in which I have lived nearly three-quarters of a century, I have found nothing one-quarter so well worth living for as old friends," pero siguió activa en la comunidad. Tuvo la desgracia de vivir la terrible hambruna irlandesa de 1847 y colaboró intentando infatigablemente paliar los sufrimientos y necesidades de los pobres de su entorno a través de diversas actividades y organizaciones.

Maria Edgeworth fallecería el 22 de mayo de 1849 en Edgeworthstown. Allí está enterrada, y recordada como la primera escritora en acercar Irlanda y la situación y carácter de los irlandeses a los lectores ingleses y como una de las grandes de la literatura de "my poor Ireland".

EDITO. Poco después de acabar de redactar esta entrada pude hacerme con los volúmenes IV, V y VI- me faltan I, II y III- de Fashionable Tales de Edgeworth en inglés y en edición de 1812. Aquí abajo los muestro. Contienen Vivian, Emilie de Coulanges y The Absentee. 




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viernes, 17 de agosto de 2018

LECTURAS PARA UN 8 DE MARZO: 'El papel pintado amarillo', de Charlotte Perkins Gilman


El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una fecha que me gusta recordar particularmente no tanto, como es evidente, por el hecho de que se haga necesario celebrar un Día de la Mujer sino como excusa para entre todos cuestionarnos y reflexionar sobre el papel de la mujer en la sociedad, o más bien el papel que le es permitido desempeñar. 

La celebración del 8 de marzo tiene un carácter eminentemente feminista. Sí, feminista. Me gusta este término y asumir su contenido como propio, más en un momento como el actual en el que parece que el significado del concepto 'feminismo' se está desvirtuando, tergiversando y malinterpretando. Aclaremos entonces. El feminismo está basado en la aceptación de que las mujeres tienen los mismos derechos, humanos, sociales, políticos que los hombres y que, además, deben tener las mismas oportunidades que ellos en sus elecciones personales a todos los niveles. Esto es la esencia del feminismo. Y su opuesto, la otra cara de la moneda, es el machismo. No la femineidad. Recuerdo un artículo que leí hace algún tiempo- no recuerdo, y dejémoslo así, su autoría- titulado '¿Femenina o feminista?'. Vergonzoso, malicioso y ridículo planteamiento.

El 8 de marzo es, por tanto, una celebración feminista como lo es mi sugerencia lectora para este día, un relato de Charlotte Perkins Gilman, The yellow wallpaper, traducido al castellano como El papel pintado amarillo, El papel amarillo de la pared, El empapelado amarillo,... y que podéis leer en castellano AQUÍ y en inglés (recomendado) HERE. La editorial Contraseña tiene publicada una edición bilingüe de este relato. (Las traducciones de esta entrada son propias)
"There are things in that paper that nobody knows but me, or ever will."
"Hay cosas en ese papel que nadie sabe ni sabrá, excepto yo."
Charlotte Perkins Gilman (1860-1935), sobrina-nieta de Harriet Beecher Stowe, autora de La cabaña del tío Tom, fue una socióloga y escritora americana, reformista social y defensora de los derechos de la mujer. En España desgraciadamente es casi una desconocida a no ser por su relato, The yellow wallpaper, que, aunque no es su obra más representativa, sí la más popular.

The yellow wallpaper es un relato semiautobiográfico que, narrado en primera persona por la protagonista, de nombre desconocido, nos describe su descenso a la locura. Locura que, por otra parte, será también su única liberación. La joven protagonista está sufriendo depresión postparto, tras el nacimiento de su primer hijo, por lo que la familia se traslada a pasar unos meses de verano a una vieja casona para llevar a cabo la cura de reposo que su marido, que es al mismo tiempo su médico, le ha prescrito.
"If a physician of high standing, and one's own husband, assures friends and relatives that there is really nothing the matter with one but temporary nervous depression- a slight hysterical tendency- what is one to do?"
"Si un reputado médico, y además tu marido, asegura a amigos y familiares que no tienes nada serio más allá de una crisis nerviosa transitoria- una ligera tendencia al histerismo - ¿qué puedes hacer?"
La protagonista se nos presenta inicialmente como la típica mujer victoriana, obediente, complaciente con su marido, desconocedora de los términos médicos, incluso los más simples, a los que alude su marido, ingenua. Pero el viejo, ajado, sucio y chillón papel amarillo de la pared de su habitación, a la que casi literalmente se ve reducida, cambiará toda su percepción de las cosas. Ese papel amarillo, que según la incidencia de la luz va cambiando su apariencia, le hará entender y reconocerse a sí misma; un papel en el que verá reflejada su situación, igual a la de muchas otras mujeres de clase media-alta de la época, reducidas a ser niñas toda su vida, coartadas sus inclinaciones intelectuales, de tener alguna, muñecas atrapadas en una vida regalada pero frustrante, claustrofóbia y opresiva.

The yellow wallpaper puede inicialmente interpretarse, al igual que  hicieron en su momento los contemporáneos de Perkins cuando el relato fue publicado en 1892 en The New England Magazine, como un relato de terror gótico- cuenta con elementos del género, es indudable- pero ha de hacerse una lectura más profunda, pues Charlotte Perkins puso la historia, la ironía y el sarcasmo, las metáforas, los simbolismos al servicio de una idea: la denuncia de la situación de la mujer en aquel momento y más concretamente dentro del matrimonio.

Quizá algunos y algunas de los que leáis esta entrada penséis que mi propuesta para este 8 de marzo se aleja un tanto de la situación actual, que un relato escrito a finales del siglo XIX sobre la realidad de las mujeres poco puede aportar algo más de un siglo después. Lamentablemente la distancia es más aparente que real y, además, parece percibirse actualmente cierto involucionismo que hace necesario en pleno 2015 reflexionar en profundidad sobre el tema y seguir planteándonos las viejas preguntas, ¿existe una verdadera igualdad entre los sexos?, ¿disfrutan tanto hombres como mujeres de las mismas oportunidades? Mi respuesta a ambas cuestiones es clara: No. ¿Y la tuya?



LECTURAS PARA UN 8 DE MARZO es una iniciativa del grupo Tarro-libros 2015.


martes, 14 de agosto de 2018

'Una lectora nada común', de Alan Bennett

  
   - Encargar A la caza del amor y Amor en clima frío, de Nancy Mitford, publicados en Libros del Asteroide.
   - Buscar en las estanterías de casa algo de Anita Brookner. Me suena que debe haber algo de ella en inglés.
   - Ver posibilidad de leer algún libro de Ivy Compton-Burnett.

Estas son las tareas que me he encomendado nada más acabar de leer Una lectora nada común, de Alan Bennett. Las dos primeras ya están listas. Los libros de Nancy Mitford están de camino y he encontrado en casa Visitors, de Anita Brookner, en un edición de Penguin Books. Y, por cierto, mirad lo que se puede leer en la portada y la contraportada...

" Anita Brookner is a modern Jane Austen." 

                                               Independent

"Like Jane Austen, this novelist works on a little square of ivory rather than a broad canvas... Like Virginia Woolf, her aim is not to draw characters in the round, but to reveal psychological reality in the deep."
"Al igual que Jane Austen, esta novelista trabaja sobre un pequeño trozo de marfil en vez de un gran lienzo... Al igual que Virginia Woolf, su objetivo no es diseñar personajes por encima sino revelar la realidad psicológica de fondo."  
                                                                                                             The Times

Como ya os habréis imaginado, la invitación a leerlo ha sido gustosamente aceptada.

En cuanto a la tercera tarea, Ivy Compton-Burnett está bien situada en cuanto a época y estilo. Ahora tan solo me queda por decidir por cuál de las tres novelas de la autora que tiene publicadas Lumen me decido...

Como veis, este curioso engranaje de libros sobre libros no deja de funcionar y va marcando en gran medida el devenir de mis lecturas. El dejarse llevar por él en este discurrir errático, alejado de compromisos de distinto tipo, convierte el ya de por sí placentero acto de leer en una especie de aventura de incierto destino.


Alan Bennet, del que ya he tenido el gusto de leer La dama de la furgoneta y Dos historias nada decentes, ha vuelto a mostrar y demostrar aquí el porqué es uno de los autores más queridos y respetados en Inglaterra. Él representa en sí mismo la esencia British: la elegancia, el humor, los temas,... Porque no me digáis, si no, que no es British hasta la médula el colocar como protagonista de su historia a la propia Isabel II. Y lo hace además, con estilo, gracia y sentido del humor. Un Sir como Bennet no podía haberlo hecho de otro modo.

En Una lectora nada común, el autor nos va mostrando la evolución que experimenta la Reina bajo el efecto de la lectura. Ya a tardía edad, "Soy una  opsimatis", descubre la vida encerrada en los libros y a través de ella cambia la suya propia. Desde el momento en el que descubre en los límites de palacio, junto a las cocinas, la biblioteca ambulante de Westminster y se lleva su primer libro la Reina sufre un cambio inevitable. Su faceta de Reina, acaba pareciéndole una mera farsa, una representación, vana, insulsa y sin sentido.

Los asistentes, el consejero principal, el primer ministro, sus sirvientes, incluso sus perros, no acaban de entender ni de ver con buenos ojos esta afición egoísta de la Reina. La Reina ha cambiando, ha dejado de ser la misma. Es al mismo tiempo más real-  más cercana y humana- pero mucho menos real, menos protocolaria e inexpresiva, menos profesional.



Y este cambio paulatino lo hace gracias a la lectura de clásicos en lengua inglesa principalmente, Jane Austen, Henry James, George Eliot- a los que acaba aprendiendo a valorar- Shakespeare, Samuel Pepys, las antes mencionadas Ivy Compton-Burnett y Nancy Mitford, Anthony Trollope, Thomas HardyDylan Thomas, Philip Roth, Ian McEwan,..., algún clásico de la literatura francesa, Proust, Balzac,... y, bien es verdad, ni un solo clásico de nuestras letras hispanas que tanto deleite habrían proporcionado a la Soberana.

Una lectora nada común es una encantadora lectura, ingeniosa, simpática, elegante, y una delicia para los amantes de la literatura- de la buena, digo- para los bibliófilos, para los sufridores de esta bendita devoción libresca.   
"A los libros no les importaba quién los leía o si alguien los leía o no. Todos los lectores eran iguales, ella incluida. La literatura, pensó, es una mancomunidad, las letras, una república."

Pues eso. ¡Viva la república!

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domingo, 12 de agosto de 2018

'Persuasión', de Jane Austen


Hacer una reseña de una de las célebres novelas de Jane Austen es siempre complicado pues es inevitable que surge la inseguridad sobre lo que un nuevo y modesto artículo como este pueda aportar a lo ya sobradamente dicho y comentado sobre la autora y su obra.

Pero aunque Jane Austen- cuya biografía podéis leer AQUÍ- sí es bien conocida por todos o casi todos, también es verdad que frecuentemente se comenten con ella algunos errores, dos particularmente; esto es, considerarla una autora romántica- adscribiéndola al movimiento Romántico por tanto- y situarla como novelista victoriana. 

Empezando por el final quizá deba recordarse que Jane Austen falleció en 1817 y la Reina Victoria fue coronada en 1838. Jane Austen pertenece por tanto a un período anterior, al denominado de Regencia, y que abarca, de forma amplia, el final del reinado de George III, incapacitado, y el reinado de su hijo George IV y  de William IV.

En cuanto a su adscripción romántica, digamos que la propia Jane Austen menospreció el movimiento Romántico que empezaba a manifestarse y adquirir cierta relevancia por aquel entonces. Lee a los poetas románticos, como se puede deducir, por ejemplo, de la carta dirigida a Cassandra el 5 de marzo de 1814, que inicia diciendo, "Do not be angry for beginning a new letter to you. I have read [Byron’s] The Corsair, mended my petticoat, and have nothing else to do", pero el Romanticismo implica ruptura, desacato a la norma, naturaleza desatada, nostalgia de un pasado idealizado,... mientras que Jane Austen tiene en sus obras cierto tono moralista y didáctico y, siguiendo la pauta establecida por los escritores Samuel Richardson y Henry Fielding, pretende un "realistic study of manners". En sus novelas se encuentra romance, es verdad, pero no pueden ser consideradas novelas románticas.

Dicho esto- tan solo como curiosidad y sin pretender corregir a nadie pues además son varias las críticas que contradicen mi punto de vista en este segundo punto- toca centrarse en la novela en cuestión. En esta ocasión la relectura ha sido de nuevo en inglés pero no en mi vieja edición de Oxford World's Classics sino en la recientemente adquirida de Collector's Library.  Traigo hoy de nuevo hasta aquí la reseña hecha en su momento...

"Intentaré persuadiros e incitaros a su lectura a aquellos de vosotros que no lo habéis hecho ya. De no conseguirlo, deberá achacarse el fracaso no a los deméritos de la novela- está sobrada de atractivos- sino a la poca o nula maestría de la reseñadora.

Anne vive con su vanidoso y viudo padre y su hermana mayor, Elizabeth, que ha heredado el orgullo y la pomposidad de Mr. Elliot. La otra hermana, Mary, se ha casado hace unos años con Charles Musgrove y ya no vive en la casa paterna. Desde las primeras páginas, la autora presenta a la familia y predispone al lector a posicionarse al lado de Anne, que tanto añora a su madre y que es ninguneada por toda su familia. La discreción, la dulzura y la humildad de carácter son sus señas de identidad. Pero son los miembros de su orgullosa familia los únicos que no saben apreciar a Anne en su justa medida. Así, la vieja amiga de la familia, Mrs. Russell, y los Musgrove, por ejemplo,  disfrutan de la compañía y el carácter dulce y tierno de Anne. 
"(...) but Anne, with an elegance of mind and sweetness of character, which must have placed her high with any people of real understanding, was nobody with either father or sister; her word had no weight, her convenience was always to give way--she was only Anne."
Pero Anne no es feliz. Su familia está pasando por una delicada situación financiera, lo que les obliga a dejar su residencia y trasladarse a una casa más pequeña en Bath, ciudad que Anne detesta, y hay además un suceso de su pasado que pesa demasiado: Anne está soltera, tiene ya vientiseis años- ya una edad de cierta madurez para una mujer de la época- y ha dejado escapar su gran amor hace unos años, mal aconsejada por Mrs Russell.

El paso del tiempo, con las Guerras Napoleónicas de fondo, hace que Frederick Wentworth, el antiguo pretendiente al que había rechazado- ahora Captain Wentworyh- vuelva a tierra, y las casualidades propiciarán  un reencuentro. El orgullo de uno, las inseguridades de uno y otro, algunos malentendidos y la confusión de sentimientos nos deleitarán y ocuparán hasta el final de la novela de esta magnífica novela.

              "You pierce my soul. I am half agony, half hope."

Persuasión tiene, además del encanto de una bonita historia de amor, el indiscutible atractivo de la elegante pluma de su autora, de su aguda e inteligente observación de la naturaleza humana, de su crítica social- no demasiado ácida pero sí muy certera- construyendo con todo ello un cuento de hadas. Sobre la realidad menos inmediata y cercana, las Guerras Napoleónicas en este caso, se pasa de largo- no hay heridas, ni traumas, ni víctimas,..., nadie menciona la crudeza de la batalla-, solo lo más inmediato interesa. Y todo ha de tener un final feliz. Jane Austen lo tenía muy claro. Como se dice en Mansfield Park...
 "Que otras plumas se ocupen de la culpa y las desgracias."
Y los lectores de una y otra época seguimos disfrutando de este cuento de hadas entre Anne y Frederick, de su placidez, del paseo por la campiña inglesa, del viaje en calesa o en gig, de los bailes y los flirteos... además de ser conscientes, por otro lado, de las hipocresías y marcadas normas sociales y de la dependiente situación de la mujer, llena de ataduras. A todas ellas Jane Austen las ayudará a conseguir la ansiada felicidad... en sus novelas al menos.

Persuasión es la mejor de todas sus obras- superior a la sobradamente reconocida Orgullo y prejucio- y la más Austen de todas. Es una novela para soñar."

Si tras esta reseña os apetece curiosear los ejemplares que en castellano y en inglés hay por casa- os dará idea de mi devoción por esta autora y por esta novela en particular- podéis pasaros por AQUÍ.  Y si quisierais disfrutar las acuarelas y los dibujos originales de C. E. Brock para esta novela, os dejo AQUÍ el enlace a la página de Molland's.

¡Gracias, como siempre, por la visita!

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http://carmenyamigos.blogspot.com.es/2017/02/reto-tour-literario-condados-de.html



jueves, 9 de agosto de 2018

'El misterio de Notting Hill', de Charles Warren Adams


La historia de The Notting Hill Mystery fue publicada de forma serializada en Once a Week durante finales de 1862 y 1863. En aquel momento su verdadera autoría era desconocida ya que apareció bajo el pseudónimo de Charles Félix. Estudios posteriores- los del filólogo  William E. Buckler y los del profesor y especialista en novela policíaca Paul Collins, por ejemplo- llevaron a la identificación del autor como Charles Warren Adams (1833-1903), abogado, editor durante un breve tiempo y secretario de la Sociedad Antivivisección, que publicaría además de El misterio de Notting Hill, que apareció como novela en un solo volumen en 1865, la también muy popular Velvet Lawn en 1862. Las dos serían publicadas en la misma editorial, Saunders, Otley & Co., que regentaba Adams en ese tiempo.

El misterio de Notting Hill es considerada por muchos la primera novela de detectives aunque Mike Ashley ya nos recuerda en el prólogo de la edición de Editorial Alba que Jean Diable ya había aparecido previa al comienzo de la serie de El misterio de Notting Hill. Por lo tanto, debería adjudicarse a esta novela francesa el título de la primera. Podemos quedarnos entonces con que El misterio de Notting Hill es la primera novela de detectives en lengua inglesa. Pero incluso esta afirmación podría cuestionarse strictus sensus. ¿Una novela de detectives sin detective? La London Detection Club e incluso el crítico y escritor SS Vine creo que pondrían algún objeción a tal denominación, y no solo por la ausencia de un detective protagonista sino por otros ingredientes del género de los que El misterio de Notting Hill carece.

El misterio de Notting Hill tiene un importante papel en la evolución del género. Evidencia muchas deudas de la novela gótica y de la sensacionalista, a partir de las que evoluciona la ficción detectivesca, como son la existencia de una gemela, el secuestro por parte de unos gitanos, el mesmerismo o el sonambulismo. Sin embargo, y al mismo tiempo, incorpora elementos muy modernos en la estructura y modo de presentar la información. El misterio de Notting Hill es un eslabón de relevante importancia, un paso adelante, sin duda, en el cambio que llevaría inevitablemente al género detectivesco, pero es quizá  un tanto arriesgado calificarla de novela de detectives.

Centrándonos en la historia en sí, la trama es inicialmente sencilla. La muerte de madame B. es el luctuoso hecho que provoca la investigación por parte de la compañía de seguros, ya que el marido había contratado cinco pólizas de 5.000 libras cada una- la cuantía más alta posible- en varias entidades, poco tiempo antes del fallecimiento de su esposa. Esto, junto con el hecho de que el sonambulismo fuese el causante del fatal desenlace, lleva a abrir la investigación. 

Todo el volumen del libro corresponde al informe, detallado informe, que el señor Henderson, agente de seguros, envía al secretario de la compañía de seguros. Tal informe incluye recortes de prensa, misivas,  datos obtenidos por diferentes medios, impresiones varias de unos y otros testigos, la revelación de otras sorprendentes muertes... y llega a una evidente conclusión. Evidente pues casi desde el inicio se muestra clara la intencionalidad y culpabilidad del asesino. No hay en este sentido intriga en cuanto al descubrimiento del culpable en un sorpresivo final. Sí vive el lector, sin embargo, la curiosidad y el suspense de saber cómo pudo cometer el crimen (o crímenes) y de cómo poder demostrarlo.

En cuanto a las ilustraciones originales, son estas obra de George du Maurier, abuelo de Daphne du Maurier- autora bien conocida por Rebecca- y complementan perfectamente la historia con imágenes todas ellas en las que la mujer aparece inconsciente, desmayada, aturdida o bajo los efectos del mesmerimso o el sonambulismo y a merced de  la voluntad de otro.

El misterio de Notting Hill es un libro curioso y muy ameno que puede resultar una lectura muy grata para cualquier lector pero particularmente interesante para los amantes de la literatura de misterio y/o de la literatura decimonónica. Yo, qué queréis que os diga, la he disfrutado mucho.


¡Gracias por la visita! 



martes, 7 de agosto de 2018

'Ante el dolor de los demás', de Susan Sontag


Susan Sontag, comprometida escritora y activista fallecida en 2004, hace en Ante el dolor de los demás, breve ensayo de apenas 110 páginas, una muy lúcida reflexión sobre las atrocidades de la guerra y sobre las emociones y reacciones que las imágenes de la misma pueden suscitarnos.
"Mira, dicen las fotografías, así es. Esto es lo que hace. Y aquello es lo que hace, también. La guerra rasga, desgarra. La guerra rompe, destruye. La guerra abrasa. La guerra desmembra. La guerra arruina."
Las emociones que producen estas imágenes pueden ser variadas y muy diversas: frustración, indignación, compasión, simpatía,... o bien cinismo y apatía, o incluso la curiosidad o el placer del morbo. Ninguna de ellas tienen valor en sí mismas si no van acompañadas de reflexión. La imagen, seguida de reflexión, lleva a la reacción y a la concienciación.
"Quizá se le atribuye demasiado valor a la memoria y no el suficiente a la reflexión. (...) Hacer la paz es olvidar. Para la reconciliación es necesario que la memoria sea defectuosa y  limitada."
 Susan Sontag (1933-2004)
Como Sontag indica, esa percepción que se tiene del horror se debe en gran medida al modo en que las imágenes son presentadas: una fotografía en un libro vista en soledad y silencio no nos llega de igual manera que si es vista en el acto social de una exposición, con otra gente, ruido, y otros elementos que captan la atención, o en la comodidad de nuestra sala de estar entre la vorágine y el hartazgo de imágenes vomitadas por la televisión.
"(...) la dimensión humana de la guerra destruye lo que identifica  a la gente como individuos, incluso como seres humanos. Así, desde luego, se ve la guerra cuando se mira a distancia: como imagen."
Las dramáticas imágenes no deben ser censuradas, reconoce Sontag, no debe ocultarse esa realidad, no por ello el horror se atenuará o las guerras cesarán. Pero sí es prioritario no presentar ese dolor y ese sufrimiento como un espectáculo banal y garantizar unas condiciones que nos permitan ser totalmente sensibles a ellas.

Aún así nos previene la autora de que no debemos ser muy optimistas sobre el efecto de esa exposición del dolor y la destrucción de la guerra. Nos recuerda que ya en 1924 el objetor de conciencia Ernst Friedrich publicó Kreig dem kriege! (¡Guerra contra la guerra!) con imágenes atroces sobre la devastación, la mutilación y la muerte en la 1ª Guerra Mundial. Y en 1938 el cineasta Abel Gance rodó J'accuse. Ambos trabajos tenían como objetivo final obtener la repulsa unánime ante las insoportables imágenes de la guerra. De poco sirvieron. Un año después otra guerra estallaba: la 2ª Guerra Mundial comenzaba a extender sus garras de muerte.


Es evidente la importancia del papel de la fotografía en la representación del dolor y del sufrimiento y como testigo mudo de los acontecimientos dramáticos que van sucediendo. Y es evidente también la importancia de este ensayo ágil y accesible para comprender el fenómeno de las imágenes violentas.

Como reflexión final conviene tener presente y no olvidar que una vez vemos esas imágenes de dolor y sufrimiento ya no somos inocentes; nos convertimos en testigos de la barbarie... Y entonces, ¿qué?
"Siempre que sentimos simpatía, sentimos que no somos cómplices de las causas del sufrimiento. Nuestra simpatía proclama nuestra inocencia así como nuestra ineficacia. (...) Apartar la simpatía que extendemos a los otros acosados por la guerra y la política asesina a cambio de una reflexión sobre cómo nuestros privilegios están ubicados en el mismo mapa que su sufrimiento, y pueden estar vinculados (...) del mismo modo como la riqueza de algunos quizás implique la indigencia de otros, es una tarea para la cual las imágenes dolorosas y conmovedoras solo ofrecen el primer estímulo."

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lunes, 6 de agosto de 2018

Campanas de boda. El matrimonio en la época de Jane Austen


Desayuno de boda

El matrimonio basado en el amor y la libertad de elección fue tema tratado en el siglo XVIII por autoras como Fanny Burney o Maria Edgeworth y, algo más tarde, por Jane Austen. No eran, sin embargo, estos los fundamentos de la mayoría de los matrimonios de la época. 

Eran habituales entre la clase alta los matrimonios concertados con el fin de conservar las herencias y las posesiones familiares. Pero también se daban otros matrimonios, principalmente entre las clases más humildes, que no eran ni por amor ni concertados sino, podríamos decir, forzadosSucedía esto cuando la mujer se quedaba embarazada y, al no contar con modo alguno de sustento, suponía una carga para la parroquia. La mujer se veía entonces forzada a dar el nombre del padre y este debía pagar los gastos de manutención a la parroquia o casarse o, de no aceptar, ir a prisión. Si el causante de la situación en que se hallaba la mujer era, sin embargo, de clase superior a la suya, la justicia miraba para otro lado y solo la caballerosidad del ahora arrepentido padre podría remediar, al menos económicamente, la penosa caída en desgracia de la muchacha en cuestión. 

A finales del siglo XVIII y principios del XIX tras la ceremonia de la boda- hasta 1886 solo podía solemnizarse entre las ocho y las doce de la mañana- se celebraba una fiesta, normalmente un desayuno, cuya duración y esplendor lógicamente dependía de la riqueza de los contrayentes o sus familias. Desde el momento de la boda muchas mujeres ya no se quitarán jamás el anillo de casada del dedo. Por aquel entonces se creía- los estudios anatómicos posteriores desecharían tal idea- que un nervio unía este cuarto dedo de la mano izquierda con el corazón.
Boda en el campo

Los divorcios eran muy costosos y muy escasos y la mujer, totalmente dependiente del marido, no era respaldada por la justicia ni siquiera en casos de malos tratos evidentes y reiterados. Los matrimonios de clase más humilde, sin embargo, tenían para poder disolverse el vínculo un modo no legal pero sí frecuentemente usado entre 1780 y 1850. Se consideraba 'el divorcio del pobre' y consistía en la venta de la mujer por parte del marido en subasta pública. El alcalde de Casterbridge, novela de Thomas Hardy, (si no la habéis leído, sin duda os la recomiendo) escenifica a su inicio una de estas ventas. 

No eran estos, como decimos, contratos legales pero aparecían incluso en prensa y la justicia hacía oídos sordos y dejaba hacer. Ha de añadirse, sin embargo, que en muchos casos la venta se producía, aunque no siempre, con el consentimiento de la esposa, y en ocasiones el comprador era su amigo. Una de estas primeras ventas está registrada ya en 1733 en Birmigham; en ella Samuel Whitehouse vende a su mujer, Mary Whitehouse, a un tal Thomas Griffiths. El valor de la venta se había fijado en una guinea (en torno a una libra). 

Las viudas, por otra lado, con gran frecuencia volvían a contraer matrimonio. ¿La razón? Como decía la aguda y certera Jane Austen en una carta fechada en marzo de 1817 a su sobrina Fanny Knight
"Las mujeres solteras tienen una terrible propensión a ser pobres, lo cual es un fuerte argumento a favor del matrimonio".     
¡Gracias por la visita! 


domingo, 5 de agosto de 2018

Thomas Hardy, el escritor de la Inglaterra rural

En el museo de Dorchester, a 190 kilómetros al suroeste de Londres, se encuentra expuesto el violín que perteneció a Thomas Hardy. Y fue cerca de Dorchester, en una pequeña y humilde casa de campo, en donde nació el 2 de junio de 1840 el célebre escritor.  

Pertenecía Hardy a una familia de escasos recursos económico; su padre era maestro constructor y su madre provenía de una familia muy pobre. Nunca gozó el núcleo familiar de mucho dinero. Las diferencias sociales eran un asunto de suma importancia en el siglo XIX pero Hardy se manifestaba particularmente sensible a este tema. Siempre fue consciente de pertenecer a la clase baja y casi todas sus novelas delatan una aguda conciencia de clase y en ellas se pueden encontrar conflictos, diferencias y atracciones sexuales entre personajes pertenecientes a distinta condición social.

A Thomas Hardy se le suele denominar novelista local porque no escribió sobre la vida en el campo en términos generales sino sobre la zona que él tan bien conocía. Llamó a ese territorio Wessex, que era el nombre que tenía hace unos mil años, pero por momentos ese paisaje local tan concreto adquiere en sus obras cualidades universales. Y es que Hardy fue el primer autor inglés que escribió con tanto conocimiento y al mismo tiempo de modo tan evocador sobre el campo. Quizá sea esa la razón de que sus novelas fuesen tan populares en el siglo XIX  y que todavía lo sigan siendo: permiten al lector evadirse de la ciudad y su continuo movimiento para hallar el reposo y la quietud del mundo natural. 

El primer escrito de Hardy fue El pobre y la dama, la historia entre una rica dama y uno de sus sirvientes. La novela fue rechazada por considerarse políticamente peligrosa. Remedios desesperados será entonces su primera publicación,  en la que se encuentran bellos pasajes sobre su Dorset natal. Al parecer, la especial alabanza que recibieron  estos pasajes descriptivos fue lo que decidió a Hardy a concentrarse en historias de la vida rural. Su siguiente novela Bajo el árbol del bosque- la que estableció a Hardy como escritor- se centra en la vida en un pequeño pueblo de Dorset y principalmente en el coro de la iglesia- grupo de músicos que tocaban en los oficios del domingo- y en las relaciones entre los habitante de ese pueblo pre-industrial. 

Vendrían después Unos ojos azules, El regreso del nativo, El alcalde se Casterbridge y Los habitantes del bosque. En Los habitantes del bosque vuelve sobre la temática amorosa entre gentes de posición social diferente; la muchacha del pueblo que nunca ha salido de casa  y se siente atraída por la idea de la agitada urbe, y el médico con estudios, signo de modernidad que acaba de llegar al pueblo y que siente atracción por su bucólica idea de la vida en el campo. Campo frente a ciudad; tranquilo paraíso rural pre-capitalista frente a destructivo mundo industrial capitalista.



Tess la de los D'Urbervilles y Jude el oscuro son consideradas sus obras maestras, las de mayor profundidad y que contienen sus personajes más inolvidables. Y fueron curiosamente las dos obras que retaron con mayor intensidad la moral burguesa de finales del siglo XIX al atacar los diferentes modelos para hombres y mujeres, al cuestionar la santidad del contrato matrimonial y de modo indirecto rechazar la idea cristiana de un dios caritativo y todo poderoso. Jude el oscuro, de hecho, fue tan vapuleada que Hardy, un hombre sensible a las críticas, tomó la decisión de no escribir más novelas y centrarse en la poesía, como en efecto hizo.

De su poesía la más conocida es quizá la que escribió a su primera esposa, Emma, poco después de su fallecimiento. Su matrimonio llevaba años de infelicidad pero, a la muerte de ella, el remordimiento, la pena y el anhelo de las esperanzas no satisfechas le llevaron a escribir más de cien poemas recordando su noviazgo y evocando los primeros años de feliz matrimonio. 

Cuando Hardy falleció en 1928, el ritmo del cambio que se estaba produciendo en lo rural se había acelerado y el campo anterior a la era industrial había desaparecido por completo de Inglaterra. Lo que hizo el escritor fue aprehender este mundo en sus últimas palpitaciones, en el momento en el que ya se estaba desintegrando, y dotarlo de una riqueza e intensidad que probablemente nunca había tenido.  

Novelas, poesía o cuentos- Misterios de Wessex, por ejemplo-; nada escapaba a la pluma del autor. Thomas Hardy está considerado no solo uno de los mejores novelistas ingleses sino también uno de los más grandes poetas en lengua inglesa. Un raro logro al alcance de muy pocos elegidos.


¡Gracias por la visita!


Fuente: Entrevistas radiofónicas de Chris Nicholson a Richard Kerridge, profesor de la Escuela de Educación Superior de Bath y especialista en Hardy, y a James Gibson, miembro de la Thomas Hardy Society. BBC World Service.