miércoles, 28 de septiembre de 2016

¿Quién asesinó a Ankarets?, de Herbert Adams


En esta entrada presentaba al autor Herbert Adams y hoy, como había anunciado, toca conocerlo mejor a través de su obra con la reseña de ¿Quién asesinó a Ankarets? El título original en inglés es Oddways, jugando así con el nombre del hotelito, un poco apartado, en donde se desarrolla gran parte de la trama y el otro significado de odd ways, modos extraños. A decir verdad la traducción del título no debería ser ¿Quien mató a Ankarets? sino ¿Quién mató a los Ankaret? pues son dos los hermanos asesinados en esta historia, pero no seré yo quien reproche su trabajo a Leandro Gutiérrez Domínguez, el traductor de mi edición de 1948 de la colección Crisol de Editorial Aguilar. 

Los extraños asesinatos de los hermanos Ankaret el mismo día y a la misma hora pero a kilómetros de distancia uno del otro son el motor de esta amena novela. Pero el arranque que pone en marcha la investigación de nuestro protagonista es una cuestión de amistad.

Martin Patton, enfermo y recluido en un sanatorio de reposo de Surrey, pide ayuda a su joven primo para que busque información y ayude a Nan Lockwood, un antiguo amor de juventud que se haya en prisión acusada de apuñalar a su amante y a quien él considera inocente. Y será su primo y amigo, convertido en detective aficionado de la noche a la mañana, el narrador de la historia.

El joven mister Patton, profesor de veintiocho años, es en estos momentos tutor de un joven y rico estudiante americano de visita por la vieja Europa. Lo que parece un par de días de preguntas y poco más se va al alargando de tal modo que el joven pupilo, Caleb Mackay, acaba por incorporarse- encantado además de dejar las visitas culturales a museos y viejos monumentos- a la investigación. Con ellos hemos de desplazarnos aquí y allá a la procura de información: conocer al abogado, a los testigos de ambos crímenes, visitar The Shallows- la mansión de uno de los hermanos asesinados- y alojarse en el hotel Oddways, lugar de fiestas nocturnas, de paseos en barca, de bailes de disfraces... y de más oscuras actividades
Facsímil de la cubierta de la primera edición de Methuen & Co. Ltd. (UK) (1930)

Además de los dos hermanos Ankaret- uno de ellos el amante de la acusada- nos encontraremos otras parejas: la de Nan Lockwood y su hermana pequeña Nora- el personaje con el que menos he empatizado por su debilidad de carácter y persistente pasividad pero que despierta una gran ternura en mister Patton-, y la que forman Roger Wallace, socio de los Ankaret en el negocio de las inversiones, y su hijo Christopher. Todos estos personajes, a los que se añadirán Isabel Radley y su algo gruñón padre, vecinos de uno de los Ankaret, y otros secundarios irán enredando la madeja de la historia de ¿Quién asesinó a Ankarets?, que comienza así...
"- ¡Comprendo que la estoy conduciendo al patíbulo!
 Se dejó caer pesadamente en el asiento del coche. Su voz era temblorosa y su mirada febril.  
  - ¿Por qué dices eso?,-le pregunté con tono consolador. 
  - ¿Acaso no es el hombre que coloca a una muchacha al principio de la pendiente el único responsable de cuanto después le ocurra?" 

Uno de los mayores atractivos, aparte de los ya mencionados, es la manera que el autor tiene de presentarnos a la acusada, Nan Lockwood, de la que se está hablando al inicio de la novela. Recordemos que la novela fue publicada en 1930, tiempos aquellos en los que en todas las historias, sobre todo la novela negra que se hallaba en plena Edad de Oro, no faltaban las atractivas rubias, peligrosas, manipuladoras, de armas tomar, interesadas y sin corazón, mujeres-adorno-amantes del rico de turno. La valentía de Herbert Adams es la de romper este arquetipo para mostrarnos lo que ha desencadenado la caída de esa mujer, con un mirada benévola, compasiva, generosa y libre de (pre)juicios.

En resumen, que si queréis leer una lectura de misterio con un detective aficionado simpático, algo sentimental, nada prepotente y muy enamoradizo, con un ambiente relajante, sin prisas ni grande sustos, con algún romance y que te mantiene pendiente de sus páginas con los enigmas del caso y además con una sonrisa, deberíais darle una oportunidad a Herbert Adams y a su ¿Quién asesinó a Ankarets? ¿Algún pero? Que el autor no hubiese escrito alguna otra historia con este protagonista. Me ha caído bien y, a decir verdad, me hubiese agradado volver a toparme con él. 

¡Gracias por la visita!

lunes, 26 de septiembre de 2016

Herbert Adams, un autor de novela detectivesca muy 'golfo'


Herbert Adams es un autor poco conocido, y por tanto poco leído, actualmente. Y quizás algunos de los que me estáis leyendo pensareis que ese ya es motivo suficiente para dejarlo a un lado. 'Si no se lee ahora por algo será', opinareis algunos. Puede que llevéis razón o puede que no-aunque así planteado de modo genérico no me parece un presupuesto muy atinado-, depende del caso. Depende del autor y depende del lector. De la calidad del autor por un lado- hay autores que sí merecen ser relegados al olvido pero muchos otros solo necesitan un editor que les de el empujoncito que les vuelva a colocar en su sitio (sobrados casos tenemos)- y del tipo de lector -los hay que prefieren las novedades editoriales y ni se plantean estas lecturas (a no ser que vengan de la mano de una editorial actual). Sea como fuere, el caso es que Herbert Adams, al menos en mi opinión y tras mi primera experiencia lectora con él, sí merece un sitio; no digo el estrellato ni las listas de best-sellers pero sí un hueco dentro de nuestras lecturas de novelas de misterio.  

Herbert Adams (16 de abril de 1874-24 de febrero de 1958) fue un autor inglés. De siempre quiso dedicarse a la literatura. Primero intentó hacerse un hueco como poeta pero la verdad es que no logró hacerse con un público y, muy a su pesar, hubo de abandonar la carrera literaria, dedicando su vida a los negocios en una empresa de bienes raíces. Solo pasados muchos años, decidió volver a escribir, pero ahora algo totalmente diferente: la narrativa, en concreto la novela detectivesca. Publicó en 1924- en pleno Edad de Oro del género- The Secret of the Bogey House con un éxito que le permitió renunciar a su empelo y concentrarse en la escritura. En este género policíaco llegó a escribir más de cincuenta novelas de misterio, de las denominadas en inglés "cosy", esto es, novelas amables, situadas en entorno acogedor, con toques de humor; en definitiva, muy British. 

Adams escribió dos series de novelas. La primera fue la de Jimmie Haswell, abogado criminalista londinense que protagonizó nueve libros, y la de Roger Bennion, golfista y detective aficionado que protagonizó nada menos que veintisiete. Bennion comparte con su autor la afición por el golf- de ahí la broma del título de esta entrada- deporte del que Adams llegó a decir con humor, "Golf is the greatest force for good in the world for it keeps the middle-aged out of mischief"

Pero aparte de las protagonizadas por Haswell y Bennion, Herbert Adams escribió otras novelas de misterio no pertenecientes a serie alguna, entre las que destacan Body in the Bunker y Oddways. (La relación de títulos de cada serie podéis encontrarla en la Wikipedia). Y además de estas novelas de misterio escribió relatos, versos humorísticos y otras dos novelas bajo el seudónimo de Jonathan GraySafety Last  y The Owl. Desgraciadamente pocas de sus novelas pueden encontrarse hoy en día, a excepción de algunas de la serie golfista de Roger Bennion. 

Si queréis conocer un poco mejor a Herbert Adams, el miércoles en el blog podréis leer la reseña de una de sus novelas de misterio. Os espero.

¡Gracias por la visita!

viernes, 23 de septiembre de 2016

'La última sonrisa', de Luis Mariano de Larra Wetoret


Tras la biografía de Luis Mariano de Larra Wetoret y la reseña de su novela ¡Si yo fuera rico!, toca hoy la de la segunda- y última por ahora- que he leído de este olvidado autor, La última sonrisa. Con ella vamos... 

Si en la reseña de ¡Si yo fuera rico! comentaba el talante costumbrista y sentimental de la obra de Larra Wetoret, he de repetir los términos aquí, incluso con más razones de peso; y ello a pesar de que el propio autor no parece situarse dentro de la corriente costumbrista al decir ya en el primer capítulo en la presentación de las protagonistas,

'Quédense para el escritor de costumbres todas las escenas amatorias que estos seres buscan y aun perpetran, y tomemos nosotros de ese mundo que nos rodea los personajes que interesan a nuestro aún no comenzado relato'.


Dos jóvenes modistillas, Matilde y Lola, serán las protagonistas de esta historia en la que no han de faltar amoríos, estudiantes tunantes o no tanto, muchachas huérfanas y solas en la vida, risas, humor, lenguaje castizo, chispa y salero

Matilde, la reservada y solitaria muchacha de triste pasado, se haya en un grave aprieto; al enfermar durante más de un mes no ha podido trabajar, no ha cobrado por tanto- lo de las bajas por enfermedad no se estilaba entonces- y la han echado de su casa por falta de pago. No tendría adónde ir si Lola- la alegre y buena de Lola- no le ofreciese el irse con ella a su pensión- la casa de huéspedes de la aragonesa de a seis reales con principio- de la calle de Atocha e interceder por ella ante la patrona. 

La aragonesa en cuestión no es otra que Julia, mujer de pelo en pecho, de carácter duro pero de corazón blando que lleva con mano de hierro la pensión, a su despreocupado marido Atanasio y a su criado para todo, Roque, algo lento y perezoso para cualquier deber pero rápido para cantar alguno de los fragmentos de las numerosas zarzuelas que se sabe de carrerilla- aquí un guiño evidente de Larra Wetoret a su trabajo como libretista de zarzuelas- o lanzar requiebros a su enamorada, Lola. 

El Madrid estudiantil está representado en la pensión por los dos huéspedes, además de Lola y ahora Matilde: Miguel y Luis, el primero, estudiante de Derecho y el segundo de Medicina. Esta pareja, al igual que la de Matilde y Lola son en todo punto dispares. Mientras que Miguel es reflexivo, sereno y centrado, Luis es simpático, lisonjero, extravertido... y novio, o algo así, de Lola. 

Se sumará además a esta pequeña pandilla otro huésped, D. Blas, que dará muchas alegrías, y no solo por ser un hombre rico y desprendido, por sus excentricidades y buen humor, sino por otras casuales coincidencias que no voy a desvelar aquí y que podéis descubrir leyendo el libro. 

La última sonrisa es una novela de muy amena lectura, personajes muy simpáticos y vivos- los diálogos vuelven a a ser el punto fuerte del autor- y una historia no demasiado original pero que se lee con agrado. Sus páginas encierran el retrato de una época- la pluma misma del autor es reflejo de su tiempo inevitablemente- en la que las mujeres debían extremar el cuidado de su honra y reputación para no acabar solas- o, peor, con un bebé- despreciadas y abandonadas a su suerte. Pero este tema lo envuelve el autor, muy acertadamente, de asuntos más ligeros- la trama sentimental tiene mucho peso- con unos diálogos, como digo, de gran viveza y dinamismo, con la cotidianidad, ciertos flashbacks que nos permiten entender mejor a los protagonistas en su presente, con personajes de decir gracioso y cargados de humanidad que dan amparo, protegen y cobijan frente a la dureza de la otra realidad y garantizan un final feliz, eso sí no para todos sino para casi todos. La justicia poética irremediablemente deja aquí su impronta.  

No sé si con estas tres entradas que le he dedicado a Luis Mariano de Larra Wetoret os animaréis a darle una oportunidad a este autor. Si finalmente decidís animaros con alguna de las dos novelas que he reseñado, empezad con esta. Y leedla con la mentalidad de un hombre o mujer decimonónico en la medida de lo posible y con la generosidad de un lector del siglo XXI que busca en la lectura, además de un barato viaje en el tiempo, un sencillo y apacible deleite.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

'Agatha Raisin y la jardinera plantada', de M. C. Beaton


No voy a hacer hoy una reseña extensa- o no de la extensión habitual al menos- sino tan solo unas notas de una novela de la que poco hay que comentar. Y no quiero con ello que se entienda estas palabras como un desprecio hacia el libro, ni mucho menos. He disfrutado el libro- leí ya las dos anteriores, Agatha Raisin y la quiche letal y Agatha Raisin y el veterinario cruel (podéis leer las reseñas AQUÍ), y tengo la intención de continuar con la serie- y ha cumplido su cometido sobradamente: me ha regalado una tarde relajada, amena, ligera, entretenida, y me ha sacado alguna que otra sonrisa. ¿Qué más se puede pedir a una novela de estas características?  

Agatha Raisin y la jardinera plantada es, como digo, la tercera de una larga serie de novelas- ya va en GB por la 27- protagonizada por la sin par Agatha Raisin. Después de dos historias con sus aventuras una ya va conociendo a esta mujer madura que ha decidido dejar atrás los negocios y la ajetreada vida londinense por una apacible vida en la campiña inglesa, en los Cotswolds, en el pueblo de Carsely para ser más precisos. Pero ha sido llegar ella y se ha acabado la calma. Lleva ya con esta tres investigaciones por asesinato en su pequeño pueblo, investigaciones que a decir verdad animan los días de vida campestre que a veces aburre y hastía a la urbanita Agatha.

En esta tercera historia, Agatha regresa de unas espléndidas vacaciones -todo ideal pero se ha sentido un poco sola- para comprobar que una nueva vecina se ha convertido en la reina del pueblo. Y es que Mary Fortune, que así se llama la susodicha, es atractiva, buena repostera, sociable, excelente jardinera... Lo tiene todo, vaya. La pobre Agatha- y es que cuando saca su lado más vulnerable y sus inseguridades se hace querer- se siente desplazada. Pero no es ella de las que se deja amilanar rápidamente y ya sabemos a estas alturas de su carácter y de qué pie cojea


Un asesinato vuelve a unir a Agatha y a su adorado vecino, James Lacey- ahora algo más cercano a la nueva vecina de lo que a Agatha le gustaría reconocer- y dan comienzo las pesquisas. Aunque a decir verdad la investigación es tan ligera que casi no existe. Unas preguntas aquí y allá y poco más. El resto se nos va en las idas y venidas, alguna cena, los celos por medio, un concurso floral que creará algunas tensiones, y las vidas de los vecinos de un pequeño pueblo en el que todos saben todo de todos... o no. 

Y así, con poco suspense, escasa tensión, con chismes y natural cotidianidad se van pasando fácilmente las 216 páginas de esta novelita simpática y bienintencionada.

¡Gracias por la visita!

lunes, 19 de septiembre de 2016

Mi biblioteca. 'Editorial Lumen'


Entre los dos meses, julio y agosto, que el blog has estado de vacaciones y que en estos comienzos de septiembre me he liado con otras cosas, esta entrada de Mi biblioteca sale con un poco de retraso pero sale finalmente. Hoy toca mostrar, como había ya anunciado en la anterior dedicada a la editorial Seix Barral, mi pequeña biblioteca de la editorial Lumen, unos 20 ejemplares me ha parecido contar entre los que destaca el nombre de Umberto Eco. Aunque he reseñado pocos en el blog recuerdo haberlos disfrutado todos en mayor o menor medida, exceptuando quizá el de Jeanette Winterson y el de Elizabeth Young. Los reseñados son los que están, como siempre, en color rojo. Si picáis en ellos, os llevan a la reseña correspondiente. 

Y sin más, esta es mi biblioteca Lumen... 


- El nombre de la rosa, de Umberto Eco
- El cementerio de Praga, de Umberto Eco
- Ashenden Park, de Elizabeth Wilhide


- La verdad de la señorita Harriet, de Jane Harris
- Me desperté temprano y saqué al perro, de Kate Atkinson
- La otra mecanógrafa, de Suzanne Rindell
- Baudolino, de Umberto Eco

- El cuento número trece, de Diane Setterfiled
- El último refugio, de Tracy Chevalier
- El legado, de Katherine Webb
- Es un decir, de Jenn Díaz
La mujer de púrpura, de Jeanette Winterson


- La señora Parkington, de Louis Bromfield
- Historia de las tierras y los lugares legendarios, de Umberto Eco
- Noticias felices en aviones de papel, de Juan Marsé
- Léxico familiar, de Natalia Ginzburg
- Tú te lo has buscado, de Elizabeth Young


- La maldición de Eva, de Margatet Atwood
- Mi vida querida, de Alice Munro
- El jilguero, de Donna Tartt

Y esto es todo por ahora de la editorial Lumen. Tendré que habilitar otra zona de la estantería si sigo aumentando el número de ejemplares, que seguiré inevitablemente...

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¿Qué os parece la selección? ¿Os atrae alguno de los libros en particular? ¿Cuál/es habéis leído?


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Mi biblioteca. 'Ediciones B'


¡Gracias por la visita!

viernes, 16 de septiembre de 2016

'¡Si yo fuera rico!', de Luis Mariano de Larra Wetoret


¡Si yo fuera rico! es una de las novelas, pocas a decir verdad- Tres noches de amor y celos, La gota de tinta La última sonrisa-, que escribió Luis Mariano de Larra Wetoret, autor hoy desconocido para la mayoría de los lectores y cuya biografía, si gustáis, podéis encontrar AQUÍ. La edición que poseo, de 1896, es de Montaner y Simón de Barcelona, editorial de la que, poco a poco, voy adquiriendo ejemplares. Me gusta su estilo, portadas, ilustraciones interiores- las de este volumen son de Alejandro de Riquer- y el catálogo de títulos, por supuesto, con obras del XIX que resultan particularmente atractivas (a mí al menos) por lo olvidadas que se hallan, por esa sensación de descubrimiento- lo es siempre para cada lector que se enfrenta a un nuevo libro- y la impresión de embarcarme en una especie de viaje en el tiempo- impresión que no gozaría, o no de modo tan intenso, con una edición reciente-. La única objeción que podría ponerles a estos viejos ejemplares es su peso, si acaso, pero ni se me ocurre. Aguanto estoicamente como corresponde. 

¡Si yo fuera rico! es una obra hija de su tiempo, finales del siglo XIX. En esta época, las corrientes estilísticas dominantes son las promulgadas por el Realismo y el Naturalismo, a los que empieza a presentar batalla el Modernismo. Pero también es este el momento de la novela de costumbres, del folletín- sobre el que podéis leer AQUÍ-,... 

Ya decía en la entrada anterior que Larra Wetoret fue principalmente un popular dramaturgo y libretista de zarzuelas, y estas dos facetas suyas se manifiestan en esta obra. Por un lado, la novela brilla en los diálogos- vivos, naturales, espontáneos, muy reales y con toques de humor principalmente de la mano de Rispall, el perezoso obrero reivindicativo- mientras que la narración propiamente dicha queda un poco floja, sobre todo en ciertos momentos digresivos/moralizantes del autor/narrador. Por otro lado, la historia va discurriendo a base de escenas, como en un teatro, sin análisis psicológico de los personajes, de sus ideas y pensamientos. Los personajes son lo que se ve en escena, sus palabra y sus acciones. Ahí es donde se revelan y descubren.

Pero también es la novela reflejo de su momento en cuanto a la temática y a la ambientación; es desde este punto de vista una novela costumbrista. La novela se sitúa en los años 80 del siglo XIX, en el período denominado de la Restauración (la de los Borbones con Alfonso XII), unos años en los que se hace evidente, de modo ostensiblemente retrasado respecto a Europa, la Revolución Industrial. Poca industria había por aquel entonces en España- un país de base eminentemente agrícola- a excepción de las fábricas textiles de Cataluña, o la industria siderúrgica de Asturias y el País Vasco. Son también los años en los que se deja atrás una sociedad estamental por una de clases, en los que surge la burguesía con fuerza y en menor medida el proletariado de las fábricas, que empieza a asociarse y hacer ruido con sus luchas sindicales. 

Y es en este escenario socio-político y literario en el que Luis Mariano de Larra Wetoret escribe y publica ¡Si yo fuera rico!, no una novela importante ni destacada a nivel literario pero sí una novela con tintes de comedia costumbrista de agradable y fácil lectura. Agradable y simpática, desde luego, pues, de hecho, esta primera lectura me animó a continuar con otra novela del autor. 

¿Pero de qué va la novela en cuestión?, os preguntaréis. Pues para decirlo rápido, de la ambición, de la lucha de clases, de la amistad, del amor,... del poder del dinero.  

Comienza la historia con la presentación de doña Bernarda Bonet,

"Era doña Bernarda Bonet, mujer que frisaba los cincuenta años, de morenas y apretadas carnes, de complexión robusta, de carácter agrio, de palabras secas y desabridas, y de corto y revesado entendimiento. Sabía comprender todas las cuestiones propias o extrañas que se sujetaban a su criterio por el lado más ilógico e irracional; y todos sus actos, como consecuencia natural de tales premisas, eran casi siempre los menos acertados en la marcha normal de su existencia." 

Pasaremos luego a conocer a su bondadoso hermano, Benito, y su joven y bella sobrina, Lucía, con los que vive, y a Puig, buen amigo y compañero de Benito en la fábrica de tejidos de Joaquín Bernaregui en Barcelona. Toda la armonía de este grupo se tambalea con el fallecimiento de Bernaregui y la sorpresa de su testamento. El heredero absoluto recibirá junto con la fortuna y la fábrica del fallecido, la envidia y malas caras de los que le rodean. Pero el dinero puede cambiar de mano y los testamentos de beneficiarios. Seremos testigos del cambio que la posesión del dinero opera no solo en quien lo posee sino en las expectativas de los que le rodean. 

Pero además, entra en juego el asunto de las relaciones de clase entre amos y trabajadores con la figura del ya mencionado sin par Rispall- a través de este personaje introducirá el autor la sátira política-, encargado de la limpieza en la fábrica, pero que más bien se encarga en su tiempo de trabajo de leer la prensa, de dejar la faena para mejor ocasión, haraganear y arengar contra la religión y a favor de la vuelta de Zorrilla, que echará a la monarquía y acabará con los poderosos-tiranos-opresores. 

"- (...) Soy republicano federal- continuó alzando la voz- y fui alcalde de bario el año setenta y tres, cuando los míos mandaban. Si hubiese continuado aquella época feliz, ¡quizá sería hoy ministro!

 - ¡Ave María Purísima!- objetó entre dientes doña Bernarda."     

Y otro personaje que tendrá su papel relevante en este grupo será Ramiro García, joven huérfano venido a Barcelona desde Madrid a la busca de un empleo. Como es de suponer, entra a trabajar en la fábrica de nuestra historia; será el encargado de llevar la correspondencia y el copiador. Y de nuevo, inevitablemente, Ramiro y la dulce Lucía se enamorarán. Queda por ver si ese amor superará los azares, los vaivenes y cambio de rumbo que el dinero va causando y algún pequeño susto que surge. Pero que no haya zozobra ni angustias; esto es una comedia.   

Como decía, ¡Si yo fuera rico!- el título proviene de la exclamación repetida hasta la saciedad por Benito (hay que cuidarse muy mucho lo que se desea...)- es una historia agradable, con chispa, buenos diálogos, personajes estereotipados pero que hacen su papel, una lectura ágil- excepto algunos párrafos algo farragosos del narrador-. ¿Predecible? De la mitad de la novela en adelante, también, pero que aún así he disfrutado, precisamente por su sencillez y la satisfacción de que al final las cosas se enderezarán justo como todos deseamos.  

Y aquí concluimos esta reseña y esta historia, cerramos el libro y volvemos al siglo XXI, al moderno siglo nuestro. Y una no puede evitar pensar que no son tantos los cambios en los 120 años de distancia entre esta ficción y nuestra realidad; los anhelos, esperanzas y también las pequeñas miserias y mezquindades del género humano se nos muestran en perspectiva apenas alterados. También la amistad y el amor permanecen con la misma fuerza. 

La próxima estación a la que viajaremos con Larra Wetoret será  a la que nos lleve La última sonrisa, novela anterior a esta de hoy, de 1891. Eso será el próximo viernes, pero antes de esa fecha he de enseñaros- ya llevo un par de lunes de retraso- una nueva entrada de la sección Mi biblioteca. Este lunes toca mostraros mis ejemplares de la editorial Lumen. Os espero... 

¡Muchas gracias por la visita! 
    

lunes, 12 de septiembre de 2016

El Larra olvidado: Luis Mariano de Larra Wetoret


Antes de pegarse un tiro la noche del 13 de febrero de 1837 en su piso de la calle Santa Clara de Madrid, Fígaro o El pobrecito hablador o, por otro nombre, Mariano José de Larra, había escrito en sus apenas veintisiete años de vida mucho y muy bueno. Desgraciadamente el desencanto por la situación política de España, su desengaño amoroso con Dolores Armijo y el dejarse llevar por el lado más romántico de su espíritu abocaron al triste desenlace. Pero además de escribir, Larra había formado una familia, o lo había intentado al menos; se casó en 1829 con Josefa Wetoret Velasco aunqne el matrimonio pronto fracasó. De esa unión nacieron tres hijos: Luis Mariano, Adela y Baldomera, a la que Larra nunca reconoció como hija. La mayor, conocida como la dama de las patillas por dos mechones de pelo azabache que enmarcaban su rostro, fue muy célebre en Madrid por sus encantos, que mostraba sobradamente en su ajetreada vida social, rompió mucho corazones y llegó a ser amante del rey Amadeo de Saboya; Baldomera se vio implicada en un caso muy sonado en la época, un estafa tipo piramidal- la primera de este tipo en España- que la llevó a la cárcel, aunque se recogieron firmas para su liberación y cumplió solo la mitad de los seis años de condena; y el único varón se convirtió en un muy popular dramaturgo, novelista y libretista de zarzuela. Y es de él, de Luis Mariano del que hablaremos hoy aquí, de este gran desconocido y olvidado. 

Luis Mariano de Larra y Wetoret nació en la calle Atocha de Madrid en 1830- allí se había trasladado su madre tras la separación de Larra- y allí murió en 1901 a los 71 años. Comenzó su andadura profesional como funcionario del Estado en el Ministerio de Fomento y su contacto con las letras a través de diversas colaboraciones con revistas y periódicos de la época como La Gaceta, La Época o La Ilustración Española. Pero, por fin, decidió dejar a un lado el periodismo para dedicarse por completo a la literatura, en la que logró gran éxito de público aunque no tanto de crítica. Llegó a ser director del Teatro Español de Madrid. 

Se casó a los 26 años con la actriz Cristina Ossorio Romero, matrimonio del que nacieron tres hijos: Mariano, María y Luis
Adela Larra
Baldomera Larra

Se sabe de su constante admiración por su padre, un padre al que apenas pudo conocer pero al que siempre recordó- cómo no hacerlo si siempre se referían a él en todo momento como hijo del célebre escritor- y al que tuvo toda su vida como referente literario. De hecho, guardaba cierta semejanza de carácter con él. En más de una ocasión se quejó de la sociedad madrileña, de la vida política y del ambiente literario- sin que la desesperación alcanzase el grado de su padre-; tal era ese hartazgo que finalmente se trasladó con su familia al pequeño pueblo de Valdemoro. De su vida allí llegó a decir,

“Hastiado de la corte política y literaria de España hace mucho tiempo, decidí levantar mi casa y venir a sentar mis reales y a emplearlos en este rincón pacífico que no envidia por la paz y el silencio a los profundos desiertos del África. Con todo el capital que en 17 años de trabajo incesante logré reunir, lo he empleado en la para mí deliciosa posesión que he construido y la única renta que me proporciona es la tranquilidad con que vivo, la libertad con que trabajo, la quietud egoísta en que vegeto y la salud y alegría de mis hijos."
El autor y su esposa

Muchas son las obras de Larra y Wetoret, que abarcan distintos géneros y subgéneros. Por mencionar tan solo algunas dentro de su extensa producción pueden señalarse: teatro- Quien piensa mal, mal aciertaEn brazos de la muerte-, novelas- La gota de tinta, La última sonrisa o ¡Si yo fuera rico!- , zarzuelas- la más destacada El barberillo de Lavapiés, que podéis ver AQUÍ, si gustáis, Chorizos y Polacos, Los misterios del Parnaso-. En todas su obras se hace patente la temática costumbrista y sentimental muy del gusto decimonónico.

No se vio libre el autor del escándalo, sin embargo, pues tras la publicación de la pieza La oración de la tarde fue acusado de plagio; al parecer del conocido crítico Manuel del Palacio- amigo además de Larra- esta obra guardaba demasiadas coincidencias con una obra titulada El cura de aldea de Enrique Pérez Escrich. Se formó un tribunal de varios críticos para lidiar en este feo asunto y finalmente la resolución le dio la absolución a Luis Mariano de Larra. Por cierto, y esto es pura casualidad, me he hecho recientemente con los dos volúmenes de El cura de aldea en una edición de 1865 de la editorial Manini Hermanos así que pronto estará a mano en la mesita de noche. Pero ya hablaremos de esta obra más adelante, en unas semanas.

Muchas obras, muchos éxitos. Como él mismo llego a decir en respuesta a quienes lo tildaban de autor poco serio y demasiado rápido en la elaboración de sus obras,

" (...) he escrito noventa obras dramáticas en treinta años, cosa que no debe asustar a nadie, pues nadie se asusta, y con razón, de que un pintor pinte tres cuadros, un médico haga tres operaciones difíciles, un abogado defienda tres pleitos de importancia o un arquitecto construya tres casas en un año, trabajando, como yo lo hago, cinco horas al día; yo, por último, para poder vivir, no en la opulencia, sino desahogadamente, he abordado todos los géneros en el teatro y he visto coronadas muchas de mis obras por éxitos de sesenta a cien representaciones consecutivas que aquí se tienen por fabulosas; yo, por fin, humilde autor que con varios de mis dramas, comedias y zarzuelas, no he dejado de proporcionar algunos millones a las empresas teatrales (...)" 

Pero el paso del tiempo hizo que paulatinamente fuese cayendo su figura en el olvido. Ya en los últimos años de su vida su nombre era apenas mencionado en los listados de autores/dramaturgos de la época acabando, como su padre, en precaria situación económica. Las loas volvieron, como viene siendo habitual, tras su fallecimiento. Así se leía en El Liberal,

"Madrid pierde con D. Luis Mariano de Larra uno de los hijos más populares en la escena dramática durante la segunda mitad del pasado siglo XIX, a cuya generación de hombres ilustres tan mal está tratando en sus principios el siglo XX."

Un siglo después, a comienzos del XXI, seguimos cometiendo el mismo error.

Un gran olvidado, un gran desconocido para el gran público el autor que hoy he traído hasta aquí. Mi intención no es otra que la de procurar romper la distracción en la que ha caído. Mi humilde aportación es, por tanto, esta entrada biográfica y las reseñas que de sus novela ¡Si yo fuera rico! y La última sonrisa aparecerán los dos próximos viernes. Es de justicia visibilizar la figura de Luis Mariano de Larra Wetoret, no el mejor pero sí un destacado escritor, dramaturgo principalmente, del siglo XIX español.

Hasta el viernes. ¡Gracias por la visita!

viernes, 9 de septiembre de 2016

¿Lo conocéis?


Pensaba hoy subir una nueva entrada- así lo había mencionado en el post anterior- pero, como la vida está llena de posibilidades y a veces es conveniente dejarse llevar, me he liado con otras cosas y no me ha dado tiempo a acabarla. Así que me paso tan solo a pedir disculpas y a adelantaros que el lunes sí habrá entrada en condiciones. Hablaremos de ese buen mozo, muy popular escritor en su momento y un gran olvidado actualmente que veis en la imagen.  Su nombre es...  

Hasta el lunes, pues. ¡Feliz fin de semana!

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Nunca se es demasiado 'persuasivo'. Persuadere y traducere


Que no, que no, que nunca se es demasiado 'persuasivo', sobre todo, si la 'persuasión' que abunda es la de Jane Austen. 

Persuasión (podéis leer la reseña AQUÍ), la novela póstuma de Jane Austen- publicada en 1818 pero acabada en agosto de 1816-, la más madura y a mi entender la mejor de Jane Austen, ocupa un lugar de privilegio en casa o, para ser precisos, varios, pues tengo más de un ejemplar de esta gran novela, en inglés y en castellano. Y hoy quiero enseñároslos. 

Quizá algunos de vosotros no podáis entender el porqué poseo varios ejemplares de una misma novela pero enseguida despejo vuestras dudas. 

Los ejemplares que poseo en inglés- no hay diferencias sustanciales entre ellas en cuanto al texto más allá de las introducciones que puedan incluir- los tengo básicamente porque sí, porque me gustan, porque son ediciones preciosas y las quiero cerca. 

Los textos en castellano están en casa, sin embargo, además de por la fascinación que siento por la novela porque como filóloga me gusta curiosear- y aprender de ello- los diferentes matices en las traducciones, y no solo en ediciones coetáneas sino de distintas épocas. Y es aquí donde sí se aprecian rasgos distintivos entre unas y otras ediciones. 

Pero vamos por partes. Primero os enseño mis tres Persuasion en inglés... 


 Esta edición de O. U. P. me acompaña desde la universidad.

Oxford University Press
Imposible resistirse a estas bellezas de Collector's Library, con los cantos de las hojas en dorado, papel muy fino, cinta separadora de tela, pasta dura con sobrecubierta, ilustraciones en blanco y negro... ¡Imposible!

Collector's Library


Y este de Editorial Alma me encanta. No descarto comprarme todas las de Austen en esta editorial. Me parecen realmente bonitas.

Alma Classics

Y vamos ahora con las ediciones en castellano, cinco, ordenadas por antigüedad de la edición.  



Editorial Espasa Calpe, S. A. Edición de 1919. Edición sobria y austera de tamaño muy manejable y cómodo.



Editorial Bruguera. Primera edición de 1945. Portada bonita- de clara influencia americana- en la que domina el rojo, color que particularmente nunca asociaría con esta historia. 



Editorial Surco. Edición de 1945. Sencilla y bonita portada, que no luce todo lo que debiera en la imagen. 



Editorial Baguña Hnos., S. L. Primera edición de 1947.  Colorista y romántica portada, muy típica de la época. 



Editorial dÉpoca. Edición de 2016. Portada con sabor vintage en un edición muy completa, con amplios introducción y apéndice y gran despliegue de ilustraciones. 


Entre estas cinco, como digo, sí se aprecia el trabajo de los distintos traductores. Traducir es un arte, y quizá tanto o más difícil que el arte de crear literatura. Y la traducción está sujeta a múltiples variantes, según las preferencias estilísticas del traductor en cuestión, de su interpretación del otro autor y del mundo ficticio creado por él/ella, del lenguaje utilizado en su tiempo... No es una ciencia exacta. Es un arte y, por tanto, con fuerte carga subjetiva. Dice Alejandro Cioranescu, '(...) el traductor debe ser, antes que todo, escritor nato. Es una perogrullada que a menudo olvidamos.' Y no le llevará yo la contraria, no.

Las diferencias en estas cinco traducciones son en algunos casos, sustanciales y en otros, matices anecdóticos e irrelevantes. Percibo, por ejemplo, una mayor tendencia a la frase corta en la edición de dÉpoca, en contraste con las oraciones más elaboradas y complejas de las ediciones anteriores así como simplificación en la puntuación, más ajustada al original en las ediciones más antiguas. Por otra parte, la edición de la editorial Surco se distancia claramente de las demás atreviéndose al tuteo en donde las demás, muy acertadamente, recurren al uso de expresiones más formales. Además, todas las ediciones, excepto la de 2016 ha traducido los nombres de los protagonistas, muy al uso entonces... Estos pequeños aspectos son los primeros que he podido observar en una primera y rápida ojeada. Habrá que ir ahora por lo menudo. 

Como a todos los lectores y lectoras de Persuasión nos encanta y emociona la carta que Anne recibe del capitán Wentworth en el penúltimo capítulo, os dejo fragmentos de las cinco traducciones, las dos primeras muy similares y las otras con variaciones. Están en el mismo orden que las ediciones- de 1919 a 2016- . A ver qué os parecen...











Y me despido por hoy. En Facebook o Twitter, si queréis, podemos hablar de nuestro fragmento preferido o de la portada que más nos gusta... y os cuento la mía.

¡Hasta el viernes! ¡Gracias por la visita! Nos leemos...